En esta entrada intentaremos
poner un poco de luz y disipar la neblina que envuelve toda esta enfermedad.
Si nos ponemos técnicos y nos
vestimos con la toga de doctores, la artrosis es una afectación de la
articulación (técnicamente conocida como “artropatía”) crónica caracterizada
por una degeneración y potencial pérdida del cartílago articular (la
almohadilla que se encuentra entre ambas parte de una articulación) acompañada
de otros cambios articulares, siendo la más común la proliferación ósea,
llamada hipertrofia ósea. Esta degeneración del cartílago producirá un roce
entre ambos huesos que desencadenará dolor, destrucción del mismo y aumento de
la formación del hueso, la cual será abigarrada y desordenada, produciendo
deformaciones.
Es la afectación articular más
frecuente, y las causas son múltiples y algunas de ellas desconocidas. Una de
las más frecuentes en la rotura del menisco (ejercicio intenso, traumatismo…)
que acelera ese proceso de destrucción del hueso. Existen otras causas
congénitas, es decir, inherentes a nuestro cuerpo y que se desencadenan sin que
nosotros hagamos nada, que provocan alteraciones metabólicas y enzimáticas
(moldeadores moleculares) que producen lo mismo: degeneración ósea y
malformación.
En la mayoría de los casos,
empieza a manifestarse a los 40 y 50 años de edad, y es casi universal (aunque
no siempre sintomática) a los 80 años. Sólo la mitad de pacientes con cambios
patológicos presentan síntomas. Antes de los 40 años suele afectar a varones,
principalmente por traumatismos y en mujeres predomina entre los 40 y 70 años.
El comienzo de la artrosis es
casi siempre gradual, en una o pocas articulaciones. El primer síntoma, y el
que seguro que la mayoría de ustedes han experimentado, es el dolor, que como
ya habrán entendido, se produce por la fricción entre ambos huesos y los
cambios morfológicos que sufre el hueso continuamente. El dolor empeora con el
ejercicio y mejora con el reposo, aunque en ocasiones graves se vuelve
constante.
Un síntoma típico y habitual es
la rigidez matutina o tras un largo periodo de inmovilidad, que dura menos de
30 minutos y disminuye progresivamente con el movimiento (cuando calentamos la
articulación).
Al dolor le siguen un conjunto de
síntomas relacionados: rigidez, limitación del movimiento, ruidos articulares o
derrame articular.
Las articulaciones más afectadas
son:
- Articulaciones interfalángicas distales y proximales, conocidas como nódulos de Heberden y Bouchard.
- Articulación del pulgar
- Discos intervertebrales y articulaciones de las vértebras cervicales y lumbares
- Cadera
- Rodilla
El método diagnóstico habitual es
la radiografía donde podemos ver lesiones incipientes y avanzadas. Lo más
característico son:
- Calcificación del cartílago (osteocondritis)
- Disminución del espacio articular por la pérdida de cartílago
- Aumento de densidad del hueso subcondral
- Proliferación ósea en forma de osteofitos, llegando a formar puentes óseos cuando se juntan dos de éstos.
Con respecto al tratamiento, debo
decirles queridos lectores que no existe tratamiento curativo. Una vez
que desarrolla artrosis, no hay vuelta atrás. Lo único que se puede hacer es
aliviar el dolor, mantener la flexibilidad de la articulación y optimizar la
función articular y global.
Podemos dividir el tratamiento en
farmacológico y el no farmacológico.
En el no farmacológico, el paso
inicial que debe realizar todo paciente con artrosis es sobre la báscula. Es
decir, pésese y si le sobran algunos kilos, empiece por ahí. Nuestro peso no se
aguanta solo, lo aguantan nuestros huesos y sobre todo las rodillas y la
espalda, con lo que ambos puntos, que también son los que más artrosis tienen,
serán los que más se beneficien de su nueva y reducida talla de ropa.
Otro tratamiento no farmacológico
es el ejercicio. No todo el ejercicio vale. Se recomiendan ejercicios con poco
impacto sobre la articulación. Es decir: andar, bicicleta, estiramientos
y natación. Correr, si además hace mucho que no lo hace, no le resultará
beneficioso, y menos para sus rodillas.
Tampoco queremos que se rompa
nada por volverse un superdeportista, así que respete los descansos y no fuerce
a su cuerpo.
Es importante que todo esto le
acompañe una higiene postural: evite sillas, sillones y colchones blandos. Si
quiere, puede colocarse una tabla de madera debajo del colchón para no tener
que cambiarlo.
Los fármacos básicos y a los que
ustedes puede tener alcance son: el paracetamol y los AINESs (ibuprofeno,
naproxeno, dexketoprofeno…), tanto orales como tópicos.
Existen otras medicaciones más
potentes, que requieren la supervisión de su médico, así que no dude en venir a
visitarnos para que se lo recetemos.
Con esto, hemos revisado un poco a
este molesto compañero de viaje el cual muchos de ustedes conocen de primera
mano.
No me gusta acabar así las
entradas del blog, pero las esperanzas que puedo transmitirles con esta
enfermedad son escasas.
Les pido y recomiendo paciencia, pues
no vamos a conseguir deshacernos de tan impertinente visitante.
Conózcase a si
mismo y a su cuerpo. Aprenda a regularse y encontrar lo que más la reconforte y
cuídese, porque ningún fármaco lo hará tan bien como usted mismo.
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